jueves, 19 de febrero de 2015

El petrel



Me dejé llevar por las palabras, pensando que guiarían mi camino. Camino a ciegas, dejando todo, perdiendo la razón, dando espacio al sentir. Caminé sin medir, sin premeditar, confiando ciegamente en esas palabras, en esas historias. Cansada, agotada, anonadada pisé aquel pasto amarillo, estridente y solitario. Sola, allí estaba, perdida en el silencio más aterrador de todos, sola entre ese amarillo que lastimaba mi vista y me hacía temer, caminé y seguí el paso hasta ese horizonte vacío, negro, contrastando con el amarillo. Pensé en los cuervos de antaño, temí por mí, temí por ellos, temblé pensando en sus graznidos. Pero no estaban allí, esta vez, no cantaron para mí. Solo el silencio que lastimaba mis oídos, agujereaba mi pecho, hacia doler mi cabeza. Caminé hasta alcanzar el acantilado, mi horizonte negro, donde el petrel gritaba, por primera vez, su tormentoso anuncio, el anuncio de mi fin.

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