martes, 18 de noviembre de 2008

Pensamientos de la noche

Supongo que ahora ya empezará a aflojar el calor, estoy tirada boca arriba en la cama con las extremidades estiradas, miro hacia el techo sin ver nada en realidad, todo esta oscuro y calmo, el silencio seria sepulcral si no fuera por el canto del grillo, en verdad no me molesta, me agrada, aunque de a ratos no lo escuche porque me sumerjo en mi propio silencio que me permite pensar. Es la hora en que me detengo pero exploto en pensamientos imposibles de calmar, como un deshielo incontrolable se vuelcan las ideas y navegan por mi mente, se entrecruzan unas con otras se hilan pareciendo todas converger en el mismo lugar.
Mi cabellera mojada aún humedece la almohada dando una sensación de frescura en mi nuca, de todas formas se que pronto se va a secar y no van a quedar restos de humedad en la almohada. El aire está estático hace rato, a veces da la sensación de que algo esta por suceder, pero así es esto, quieto. Creo que vino demasiado de golpe todo el calor, ni mi piel ni mi cuerpo se logran acostumbrar. Por lo visto este verano voy a terminar morocha, no salgo mucho al sol y ya tengo color en los brazos, lo eh notado esta tarde.
Estoy cansada pero el sueño no me viene, no sé porque me ocurre esto tan seguido, mis pies están inquietos desean escapar…
Que ganas, no? Hace rato que tengo ganas de irme por ahí, despegarme de todo esto, de todas formas el calor me asienta más en casa, me cuesta salir cuando el ambiente está tan pensado. De todas formas lo hago, pero termino más exhausta que cualquier otro día. En verdad me agrada el invierno, no me interesa empezar a tiritar, pero el sol abrazador me inquieta, me siento impotente ante su efecto.
Me aplastan, son más fuertes que yo.

viernes, 14 de noviembre de 2008

sábado, 8 de noviembre de 2008

Despertando, al pasado.

Recuerdo que salimos disparados por la necesidad de escondernos en la inmensidad de la ciudad. Recuerdo que sin pensarlo, mi cabeza grababa cada detalle de aquel día. Recuerdo las gotas livianas, el olor y el frío que enrojecía mi nariz. Recuerdo tu mirada expectante, buscando en el misterioso y tímido manto que me ocultaba.
Recuerdo nuestros pies autónomos llevándonos mientras despistados nos embarcábamos en un mar de gustos compartidos.
Recuerdo el río, como si nos viera sentados, mirando, pensando e imaginando un futuro tan lejano.
Recuerdo la noche presurosa que nos encontró perdidos debajo de la tierra.
Recuerdo las risas, tu canto, tu forma de trasladarme a otro lado.
Inconscientes y amigados con el agua dejándola hacer estragos.
Te recuerdo y lo recuerdo.

Simplemente eso. Estoy cada día más descolgada de todo esto.