Recuerdo la noche que te conté de mis
miedos, me dijiste, dame la mano y caminemos juntos.
Me contaste de tu soledad, tu
inseguridad, te dije, dame la mano, yo te entiendo.
Hubo confianza y un aprecio con
desapego. Caminos a tropezones, nos separamos.
El tiempo. Nos reencontramos.
Te conté de mis miedos. Me dijiste, dame
la mano, quiero caminar a tu lado.
Me maravillé, caminamos, yo iba con
miedo. Vos, a veces, con enfado.
Caminé, tropecé y caí. Caímos.
No fue nuestro tiempo, no fue tu tiempo,
no fueron las circunstancias, no fueron los miedos.
Fueron los ciclos, las inseguridades,
los silencios, los olvidos, las mentiras, las distancias, los enredos.
Hoy me quedan tus notas grabadas en el
celular, quizás algún día me canse de escuchar, o quizás no. Me quedan las
fotos, un libro que lleva tu letra, me quedan los viajes sin hacer, las noches
sin vivir, las tardes sin mantas al sol. Me quedan estas manos vacías, este
corazón dolido, las mentiras, tus besos apasionados y tibios. Me quedan las
noches mudas, las mañanas silenciosas. Me queda un lado vacío en el auto y los
te quiero atragantados. Me quedan tantos tiempos sin gastar, un montón de
pañuelos por llorar y un anhelo sin completar.
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