Las tazas sobre el mantel
la lluvia derramada
la lluvia derramada
Té para tres, Soda Estéreo
Todavía llovía y
decidimos entrar a Starbucks para escaparnos del frío. No miento, todavía
estaba contenta, pero sabía que no iba para mucho más, sabía que tenía que
decir todas las verdades que ya no podía callar. Esperé a sentarnos, no tenía
ganas de comenzar algo sin sentirme cómoda, total para hablar vanidades siempre
tuvimos tiempo y vos, ganas.
Era increíble
ver la transformación de la imagen. La imagen se destruye tan fácil como un
papel, tu imagen se deshacía frente a mí como si fuese humo. Mis convicciones
no me dejaban ver más allá de eso y había transformado todo el concepto de lo
que eras. Ahora eras otro, un pretérito perfecto y prefería dejarlo allí, en un
pretérito perfecto.
Hacía rato que
ya no respondía a la realidad, estaba cada vez más distante, más separada,
quizás el abrazo era automático, pero frío, corpóreo, pero débil. Sensaciones?
Sentimientos? Huecos. Por qué? Porque no había hilos, no había más que el solo
hecho de abrirse al deseo. Pero el deseo es frágil y la desilusión lo consume,
lo mata.
Entonces, qué
quedaba? Ya no había sueños, solo pesadillas. Cuando todos los sueños se
convierten en pesadilla, qué queda? Ya ni dormir es un descanso, es la lucha
del inconsciente pidiendo desistir.
Y allí
estábamos, con las tazas calientes, el olor a café que nos invadía, las gotas
de lluvia pegadas en la ventana y la charla que no quería pronunciar, pero que
ya no podía esperar. "Sean felices, no pido más"
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