A
veces esa sensación se vuelve un continuo, un recurrente entre dos. Ya no
espero nada, no espero que cambie esa sensación que ahoga los momentos que se
van hilando uno a otro, que van continuando estos días, que, en inercia
innecesaria, se caminan sin haber entendido todavía el por qué de los sucesos y
el por qué de los olvidos; o quizás, no haya un olvido, sino una negación a
toda forma de pasado, a toda forma que se dibuja en el presente, sin notar las
repeticiones, las reiteraciones, la reincidencia a lo muerto, a lo perdido, a
lo poco valorado, a la destrucción, al olvido por conveniencia, a la ceguera momentánea
del desprecio, de la mentira, de las trampas, de la fábula en que se ha
convertido tu vida.
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