A
veces esa sensación se vuelve un continuo, un recurrente entre dos. Ya no
espero nada, no espero que cambie esa sensación que ahoga los momentos que se
van hilando uno a otro, que van continuando estos días, que, en inercia
innecesaria, se caminan sin haber entendido todavía el por qué de los sucesos y
el por qué de los olvidos; o quizás, no haya un olvido, sino una negación a
toda forma de pasado, a toda forma que se dibuja en el presente, sin notar las
repeticiones, las reiteraciones, la reincidencia a lo muerto, a lo perdido, a
lo poco valorado, a la destrucción, al olvido por conveniencia, a la ceguera momentánea
del desprecio, de la mentira, de las trampas, de la fábula en que se ha
convertido tu vida.
martes, 23 de junio de 2015
sábado, 6 de junio de 2015
De qué sirven...?
¿De qué sirven tantos sacrificios,
cuando no tenés con quién compartir tu triunfo?
¿De qué sirven tantos caminos, si
siempre que duermes estás solo?
¿De qué sirven tantas lágrimas, si no
hay abrazo que te acompañe?
¿De qué sirve tanto cariño, si no hay
nadie a quien querer?
¿De qué sirve mi boca, si no hay nadie
para esbozar la sonrisa?
¿De qué sirven mis manos, si se
empecinaron a estar solas y sueltas?
¿De qué sirve mis ojos, si no hay un reflejo en la mirada?
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