La
posmodernidad es un proceso socio-cultual, que se fue gestando durante el siglo
XX, en el cual la personas empezaron a sentir desencanto por la vida, además,
se produjo una fuerte degradación de valores, las convicciones antiguas dejaron
de tener vigencia, se produce la pérdida de sentido de la vida, se profundiza
la importancia por el materialismo y el crecimiento del individualismo.
En la
literatura encontrarnos narraciones con características posmodernas como en el
caso de Foe de Coetzee. Esta novela
retoma el tema del naufragio pero con un nuevo enfoque. La protagonista de la
historia es Susan (la primer náufrago “mujer” en la literatura) que cuenta su
historia a Foe, un escritor, para que él la convierta en novela. La novela se
nos presenta como una serie de cuestionamiento sobre esas degradaciones de
valores y pérdida de convicciones. Sus personajes no saben dónde están parados,
qué buscan exactamente y quiénes son los que los representan. Ellos no tienen
una identidad y naufragan por su mundo, son fluctuantes,
no pueden entenderse unos a otros, pero tampoco pueden entenderse a sí mismos. En
ellos se presentan las mismas características del hombre posmoderno: la falta
de deseos y de lazos fuertes entre las relaciones humanas, el fracaso de las
mismas, la falta de ideas, de acciones y de valores que se pierden como se
pierde un barco con vidas al naufragar.
Susan
llega luego de un naufragio a la isla de Cruso que vive con Viernes (un esclavo
negro). Cruso se presenta como un hombre que no le
interesa cambiar su forma de vida dentro de la isla, a la cual se ha amoldado
dejando olvidada la cultura y vuelve a lo primitivo, que parece ser su
salvación, el olvido de aquel lugar en donde uno no puede encajar para volver a
la naturaleza y al encuentro con la paz espiritual. Por eso cuando nuestro
personaje se ve nuevamente acechado por la cultura (con la llegada de Susan) enferma
y, cuando son rescatados de la isla, muere. El ya no puede regresar a la
sociedad, ya no puede ser un hombre social, por eso le molesta la presencia de Susan.
Para Cruso ese es el mejor lugar (apartado de todo), se ha convertido en un ser
que se ha encontrado consigo mismo olvidando a su “yo cultural” que lo hostigaba.
Cruso es un personaje que no sufre la posmodernidad, se ha encontrado con su
propia naturaleza.
Susan se presenta como la mujer que busca reivindicarse pero queda
en un limbo que no la deja avanzar. Ella intenta romper con los diferentes discursos
que la hacían ver como madre-esposa y quiere hacerlo a través de la escritura,
aunque no logra romper con esa antigua visión femenina: Foe no quiere
escribirla como mujer. A lo largo de la novela se ve a una Susan que lucha con su interior y con su imagen hacia el
mundo, pero su lucha
interior parece sobrepasarla, no puede superarla. Como “hombre” posmoderno
Susan no puede alcanzar la meta que se propone y sigue dependiendo de un hombre
para re-escribirse, no puede hacerlo por sus medios sino que necesita de una
ayuda que solo la ve como mujer-madre.
Viernes
no puede comunicarse por un impedimento físico, una mutilación, pero tampoco
quiere hacerlo al verse avasallado por una sociedad que él no comprende y que
tampoco lo quiere comprender a él. A pesar de que Susan está muy cerca y
comparte mucho tiempo con Viernes no puede adentrarse en él, porque todavía lo
sigue viendo como un salvaje y, por sobre todo, como a un caníbal. Viernes es
“el otro” a quien no se puede comprender porque es diferente, porque no
responde a la clasificación misma del espacio: es africano, no habla, está
mutilado y le apetece la carne humana (aunque nadie puede asegurarlo). Susan no
puede comprenderlo y no se siente su igual, aunque ambos son figuras que forman
parte de las minorías: “Si Viernes hubiera sido alguien distinto, hubiese
querido que me estrechase en sus brazos y me confortara (…)”[1].
Pero Viernes para Susan solo sigue siendo un caníbal: “(…) un animal
completamente replegado sobre sí mismo.”[2]
Los personajes no pueden identificarse con la historia, se sienten
aislados y buscan comprenderse. Ningún discurso de antaño, ningún personaje
logra ser modelo para ellos. Susan quiere escribir su historia de la isla como
mujer y no su historia como madre, quiere mostrarse como mujer náufraga. Viernes
no puede entrelazar lazos que no sean de esclavo, porque no quiere comunicarse
y nadie quiere entenderlo. No quiere aprender una lengua que no es la de él.
Susan crea lazos que no son respondidos, un lazo efímero con un hecho en común:
haber vivido en una isla.
Enique Rojas[3] y Zygmunt Baumman[4] toman como una
característica muy arraigada del hombre posmoderno la falta de lazos y de
deseos. Los personajes de Coetzee no comparten deseos ni crean relaciones que
no estén sujetas a una satisfacción efímera: Susan es esclava de Foe porque lo
necesita para que escriba su historia; Vienes es esclavo de Susan porque no
conoce otra forma de vivir que no sea la de esclavo, pero no se sujeta a ella
por algún sentimiento de afecto. Con Cruso, Susan comparte un momento íntimo
pero que sólo sirve para satisfacer la necesidad de una parte (la de Cruso) y
no deja ningún tipo de huella en ellos. En sus cartas, Susan declara que
tendría que haber sacado provecho de esa situación: “si hubiera tenido la
convicción de que iba a pasarme el resto de mis días en la isla, yo misma me
habría ofrecido de nuevo a él (…) para engendrar y tener un hijo, de lo
contrario, (…) hubiera acabado por volverme loca”[5]. Sus mismos personajes
saben que carecen de deseos que no buscan crear lazos: “(…) las leyes se dictan
con un único propósito- me dijo- para mantenernos a raya a nosotros mismos
cuando nuestros deseos se vuelven inmoderados.” No hay leyes en la isla de
Cruso porque no hay deseos en ellos. Pero, al volver a la ciudad, los
personajes también parecen haber perdido el deseo. El beso de Susan con su hija
y con Foe carecen de sentido, simplemente son besos. Viernes parece no tener deseos
de liberarse de su esclavitud, Susan se pregunta porque nunca se levantó contra
su amo: “¿Qué era lo que le había impedido a Viernes a lo largo de todo
aquellos años aplastar con una piedra la cabeza de su amo mientras este dormía,
poniendo así punto final a su esclavitud (…)?”[6] Viernes tampoco se muestra
deseoso de liberarse de Susan, simplemente la sigue a donde ella vaya. La hija
de Susan tampoco responde a Susan como si fuera su madre, por eso ella tampoco
la cree su hija: “mientras me dirigía hacia la muchacha observé que mi
creciente proximidad no producía en ella el menor titubeo (…)”[7].
Los personajes reconocen que no hay igualdad, Viernes siempre
seguirá siendo un esclavo condenado por los discursos y las instituciones
sociales e incomprendido. Susan no puede desprenderse del concepto social de madre
y no puede ser mujer, queda ligada a ser madre. Para Lyotard[8] las instituciones eran las
que validaban los lazos sociales, al verse estas criticadas y lejanas a uno, se
ve desbarajustado el orden que se venía estableciendo. Los personajes en Foe no quieren seguir identificarse con
esas instituciones, pero tampoco tienen las nuevas que los contengan, son
personajes que quedan sumergidos en sus aflicciones, en sus imposibilidades, no
pueden salir a flote y naufragan.
Para
Marc Auge[9]
el nuevo concepto que se tiene del mundo y de la infinidad de sistemas que lo
conforman provoca un nuevo cuestionamiento de la identidad y que los lazos con
el otro sean cada vez más complicados. En Foe,
los protagonistas cuestionan su identidad y la de los otros, necesitan
desprenderse de esas viejas miradas: Viernes como el caníbal, el esclavo
salvaje; Susan como una mujer que buscada desesperadamente a su hija y solo
necesita eso para estar completa. Ese desprendimiento es necesario para
encontrarse con ellos mismos, pero hasta que no lo hagan no podrán poder crear
lazos (identificarse) y diferenciarse del otro.
Coetzee
nos deja con un final, que hace naufragar al lector y preguntarnos dónde
estamos parados. Sus personajes no pudieron hacerlo, pero, para no sucumbir
como Cruso a la sociedad, nos dejan las herramientas para que nos cuestionemos:
Viernes desde la voz acallada de África y los oprimidos del mundo y Susan desde
la voz femenina emergente en el último siglo y que todavía luchan por desatar
los viejos lazos impuestos.
[2] Óp. Cit., pp. 69
[3] Rojas, Enrique, El hombe
light, una vida sin valores., Ed. Planeta, Buenos Aires, 2000.
[4] Rocca, Adolfo Vásquez, “Zigmunt Bauman: modernidad líquida y
fragilidad humana”, publicación electrónica de la Universidad Complutense,
Madrid
[5] Coetzee, óp. Cit., pp. 37
[6]
Óp. Cit., pp. 37
[7]
Óp. Cit., pp 126
[8]
Lyotard, Jean Francois, La condición
postmodena. Informe sobre el saber. Disponible en: http://catedraepistemologia.files.wordpress.com/2009/05/la-condicion-posmoderna-de-jean-francois-lyotard.pdf
[9]
Auge, Marc, “Sobremodernidad.
Del mundo de hoy al mundo de mañana”. Disponible en: http://isaiasgarde.myfil.es/get_file?path=/aug-marc-sobremodernidad-del-mu.pdf
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