jueves, 27 de diciembre de 2012



El mar es comienzo, es vastedad, es horizonte. El mar es el naufragio sentimental y el reencuentro interno; el renacimiento y el fin. El mar es la paz, la furia. Es el mundo oculto, lo misterioso.
El mar es vida y muerte.

domingo, 16 de diciembre de 2012

“La literatura es una fuerza en el mundo y no me imagino la vida sin literatura. La vida sin arte es inimaginable, pero como todos saben, cada vez hay menos lectores. Cada vez la literatura tiene que competir con otras formas de ocio. Esto nunca me ha preocupado, porque los libros tienen algo que no tiene la música u otras formas de arte: los libros se leen individualmente. Aunque haya un lector o haya un millón, siempre hay un lector y un libro. Es una relación uno a uno, autor y lector colaborando juntos. Y en cierto sentido, es el único lugar del mundo donde dos extraños pueden conocerse y reunirse en términos de igualdad. La gente habla de la muerte de la literatura, pero yo creo que no se va a producir.”
— Paul Auster

lunes, 10 de diciembre de 2012

Foe y el naufragio de identidades



La posmodernidad es un proceso socio-cultual, que se fue gestando durante el siglo XX, en el cual la personas empezaron a sentir desencanto por la vida, además, se produjo una fuerte degradación de valores, las convicciones antiguas dejaron de tener vigencia, se produce la pérdida de sentido de la vida, se profundiza la importancia por el materialismo y el crecimiento del individualismo.
En la literatura encontrarnos narraciones con características posmodernas como en el caso de Foe de Coetzee. Esta novela retoma el tema del naufragio pero con un nuevo enfoque. La protagonista de la historia es Susan (la primer náufrago “mujer” en la literatura) que cuenta su historia a Foe, un escritor, para que él la convierta en novela. La novela se nos presenta como una serie de cuestionamiento sobre esas degradaciones de valores y pérdida de convicciones. Sus personajes no saben dónde están parados, qué buscan exactamente y quiénes son los que los representan. Ellos no tienen una identidad y naufragan por su mundo, son fluctuantes, no pueden entenderse unos a otros, pero tampoco pueden entenderse a sí mismos. En ellos se presentan las mismas características del hombre posmoderno: la falta de deseos y de lazos fuertes entre las relaciones humanas, el fracaso de las mismas, la falta de ideas, de acciones y de valores que se pierden como se pierde un barco con vidas al naufragar.
                Susan llega luego de un naufragio a la isla de Cruso que vive con Viernes (un esclavo negro). Cruso se presenta como un hombre que no le interesa cambiar su forma de vida dentro de la isla, a la cual se ha amoldado dejando olvidada la cultura y vuelve a lo primitivo, que parece ser su salvación, el olvido de aquel lugar en donde uno no puede encajar para volver a la naturaleza y al encuentro con la paz espiritual. Por eso cuando nuestro personaje se ve nuevamente acechado por la cultura (con la llegada de Susan) enferma y, cuando son rescatados de la isla, muere. El ya no puede regresar a la sociedad, ya no puede ser un hombre social, por eso le molesta la presencia de Susan. Para Cruso ese es el mejor lugar (apartado de todo), se ha convertido en un ser que se ha encontrado consigo mismo olvidando a su “yo cultural” que lo hostigaba. Cruso es un personaje que no sufre la posmodernidad, se ha encontrado con su propia naturaleza.
Susan se presenta como la mujer que busca reivindicarse pero queda en un limbo que no la deja avanzar. Ella intenta romper con los diferentes discursos que la hacían ver como madre-esposa y quiere hacerlo a través de la escritura, aunque no logra romper con esa antigua visión femenina: Foe no quiere escribirla como mujer. A lo largo de la novela se ve a una Susan que lucha  con su interior y con su imagen hacia el mundo, pero su lucha interior parece sobrepasarla, no puede superarla. Como “hombre” posmoderno Susan no puede alcanzar la meta que se propone y sigue dependiendo de un hombre para re-escribirse, no puede hacerlo por sus medios sino que necesita de una ayuda que solo la ve como mujer-madre.

Viernes no puede comunicarse por un impedimento físico, una mutilación, pero tampoco quiere hacerlo al verse avasallado por una sociedad que él no comprende y que tampoco lo quiere comprender a él. A pesar de que Susan está muy cerca y comparte mucho tiempo con Viernes no puede adentrarse en él, porque todavía lo sigue viendo como un salvaje y, por sobre todo, como a un caníbal. Viernes es “el otro” a quien no se puede comprender porque es diferente, porque no responde a la clasificación misma del espacio: es africano, no habla, está mutilado y le apetece la carne humana (aunque nadie puede asegurarlo). Susan no puede comprenderlo y no se siente su igual, aunque ambos son figuras que forman parte de las minorías: “Si Viernes hubiera sido alguien distinto, hubiese querido que me estrechase en sus brazos y me confortara (…)”[1]. Pero Viernes para Susan solo sigue siendo un caníbal: “(…) un animal completamente replegado sobre sí mismo.”[2]
Los personajes no pueden identificarse con la historia, se sienten aislados y buscan comprenderse. Ningún discurso de antaño, ningún personaje logra ser modelo para ellos. Susan quiere escribir su historia de la isla como mujer y no su historia como madre, quiere mostrarse como mujer náufraga. Viernes no puede entrelazar lazos que no sean de esclavo, porque no quiere comunicarse y nadie quiere entenderlo. No quiere aprender una lengua que no es la de él. Susan crea lazos que no son respondidos, un lazo efímero con un hecho en común: haber vivido en una isla.
Enique Rojas[3] y Zygmunt Baumman[4] toman como una característica muy arraigada del hombre posmoderno la falta de lazos y de deseos. Los personajes de Coetzee no comparten deseos ni crean relaciones que no estén sujetas a una satisfacción efímera: Susan es esclava de Foe porque lo necesita para que escriba su historia; Vienes es esclavo de Susan porque no conoce otra forma de vivir que no sea la de esclavo, pero no se sujeta a ella por algún sentimiento de afecto. Con Cruso, Susan comparte un momento íntimo pero que sólo sirve para satisfacer la necesidad de una parte (la de Cruso) y no deja ningún tipo de huella en ellos. En sus cartas, Susan declara que tendría que haber sacado provecho de esa situación: “si hubiera tenido la convicción de que iba a pasarme el resto de mis días en la isla, yo misma me habría ofrecido de nuevo a él (…) para engendrar y tener un hijo, de lo contrario, (…) hubiera acabado por volverme loca”[5]. Sus mismos personajes saben que carecen de deseos que no buscan crear lazos: “(…) las leyes se dictan con un único propósito- me dijo- para mantenernos a raya a nosotros mismos cuando nuestros deseos se vuelven inmoderados.” No hay leyes en la isla de Cruso porque no hay deseos en ellos. Pero, al volver a la ciudad, los personajes también parecen haber perdido el deseo. El beso de Susan con su hija y con Foe carecen de sentido, simplemente son besos. Viernes parece no tener deseos de liberarse de su esclavitud, Susan se pregunta porque nunca se levantó contra su amo: “¿Qué era lo que le había impedido a Viernes a lo largo de todo aquellos años aplastar con una piedra la cabeza de su amo mientras este dormía, poniendo así punto final a su esclavitud (…)?”[6] Viernes tampoco se muestra deseoso de liberarse de Susan, simplemente la sigue a donde ella vaya. La hija de Susan tampoco responde a Susan como si fuera su madre, por eso ella tampoco la cree su hija: “mientras me dirigía hacia la muchacha observé que mi creciente proximidad no producía en ella el menor titubeo (…)”[7].
Los personajes reconocen que no hay igualdad, Viernes siempre seguirá siendo un esclavo condenado por los discursos y las instituciones sociales e incomprendido. Susan no puede desprenderse del concepto social de madre y no puede ser mujer, queda ligada a ser madre. Para Lyotard[8] las instituciones eran las que validaban los lazos sociales, al verse estas criticadas y lejanas a uno, se ve desbarajustado el orden que se venía estableciendo. Los personajes en Foe no quieren seguir identificarse con esas instituciones, pero tampoco tienen las nuevas que los contengan, son personajes que quedan sumergidos en sus aflicciones, en sus imposibilidades, no pueden salir a flote y naufragan.
Para Marc Auge[9] el nuevo concepto que se tiene del mundo y de la infinidad de sistemas que lo conforman provoca un nuevo cuestionamiento de la identidad y que los lazos con el otro sean cada vez más complicados. En Foe, los protagonistas cuestionan su identidad y la de los otros, necesitan desprenderse de esas viejas miradas: Viernes como el caníbal, el esclavo salvaje; Susan como una mujer que buscada desesperadamente a su hija y solo necesita eso para estar completa. Ese desprendimiento es necesario para encontrarse con ellos mismos, pero hasta que no lo hagan no podrán poder crear lazos (identificarse) y diferenciarse del otro.

Coetzee nos deja con un final, que hace naufragar al lector y preguntarnos dónde estamos parados. Sus personajes no pudieron hacerlo, pero, para no sucumbir como Cruso a la sociedad, nos dejan las herramientas para que nos cuestionemos: Viernes desde la voz acallada de África y los oprimidos del mundo y Susan desde la voz femenina emergente en el último siglo y que todavía luchan por desatar los viejos lazos impuestos.


[1] Coetzee, John Maxwell, Foe, pp. 69
[2] Óp. Cit.,  pp. 69
[3] Rojas, Enrique, El hombe light, una vida sin valores., Ed. Planeta, Buenos Aires, 2000.
[4] Rocca, Adolfo Vásquez, “Zigmunt Bauman: modernidad líquida y fragilidad humana”, publicación electrónica de la Universidad Complutense, Madrid
[5] Coetzee, óp. Cit., pp. 37
[6] Óp. Cit., pp. 37
[7] Óp. Cit.,  pp 126
[8] Lyotard, Jean Francois, La condición postmodena. Informe sobre el saber. Disponible en: http://catedraepistemologia.files.wordpress.com/2009/05/la-condicion-posmoderna-de-jean-francois-lyotard.pdf
[9] Auge, Marc, “Sobremodernidad. Del mundo de hoy al mundo de mañana”. Disponible en: http://isaiasgarde.myfil.es/get_file?path=/aug-marc-sobremodernidad-del-mu.pdf

viernes, 7 de diciembre de 2012

¿Qué te hago?... un milagro.



En mis veinticuatro años creo que es a primera vez que paso tanto tiempo dentro de una peluquería. Evidentemente entendí por qué. Esta onda peluquería realmente altera mis nervios. No sé si ustedes notaron, pero es un ambiente de conversaciones triviales, relaciones superficiales y de narcisismo completa. La gente se mira al espejo, mira su nuevo corte, peinado, color, etc., y se siente renovado, bello, completo... teniendo en cuenta de una hora después el hermoso peinado de peluquería termina en el tacho y volvemos a la porquería de siempre. La peluquera suele tener ese aspecto de "bienvenidos, siéntase como en su casa", siempre preparadas para el diálogo sin sentido Hay gente que hace catarsis peluquera, principalmente esos clientes habituales que usan ese lugar para relajarse. ¡Sí!, para relajarse, algo que no puedo entender, ¡hay pelos por todos lados! y ese maldito ruido que no deja a las personas concentrarse, ese maldito ruido de música barata y los secadores sin dejar de sonar. El ambiente se vuelve infernal y en su defecto se escucha y ve la mala programación de las dos de la tarde en la tele a todo volumen para que se pueda escuchar a pesar del zumbido constante de las herramientas de peluquería. Las batas que te dan ese aspecto de paciente de hospital, esperando tu turno por algo que te cure tu aspecto. No hay que olvidarse de las tironeadas de pelo cuando te hacen el gran peinado y los pestilentes olores de los productos para pelo, los rubios baratos y lavados del sueño por ser rubia, que dan la sensación de pelo de paja... ese aspecto de espantapájaros viviente.
También los estilos de peluquería: la peluquera vecino y amiga, la más top de las peluquerías donde todos parecen muñecos de revistas y se autoproclaman "estilistas" (claro que por un corte de cinco centímetros te vacían el bolsillos), las unisex, las solo de hombres (un trámite) y la que acepta niños escandalosos porque no quieren que le corte algo que es suyo. ¡Visite a su peluquero y disfrute de su nuevo pelo!