miércoles, 29 de agosto de 2012

Viriles motorizados


Empezaron a regresar las noches cálidas previas a la época primaveral. ¡Ah! La primavera: explosión de color, sonidos y vida. Todo vuelve a ser alegría, principalmente para aquellas personas que se pasan llorando el frío invierno. Cambia el ciclo y, por supuesto, el cambio de los días más cálidos provoca una explosión hormonal en las personas. Los grupos más afectados: adolescentes y jóvenes.
Las plazas se convierten en centros de encuentro entre amigos y  de futuros amigos, es un momento ideal para conocer gente. Las plazas cobran vida… las meriendas en el pasto, las galletitas y los kilos de yerba desparramados por el suelo. Las tardes son luminosas y felices. Muchas risas, caras sonrojadas y, por supuesto, sacamos al aire la piel tan celosamente guardadas en el invierno. Otra vez esa sensación bonita del aire corriendo por la piel…
Pero si miramos un poco más… si miramos esa plaza después de la puesta del sol, comenzamos a reconocer otro tipo de especímenes: los viriles motorizados. Todo el mundo sabrá de qué hablo… los viriles motorizados son seres humanos del género masculino a los que le gusta dar vueltas por la plaza demostrando sus flamantes autos o motos tuneados.  Exacto, después de un invierno gastando plata en alerones, caños de escape con sonidos ensordecedores, parlantes con infinita potencia, luces de neón y ¡vaya uno a saber cuántas cosas más!, se hacen presente estos muchachos con sus autos en las plazas.
Sus actividades son sencillas, girar en círculos, acelerar sus autos en las esquinas, poner a todo volumen (aunque ellos mismos se queden sordos) los temas top que suenan hasta el momento y girar, girar eternamente con una mano en el volante y la otra colgando en la ventanilla. Giran mirando y acelerando… pero a pesar de tanto aceleramiento no van a más de 20 k/h. ¡Sí, señores! Este hecho que vemos no es más que una danza… una danza de apareamiento.
Las hormonas fluyen y como el humano dejó de ser natural hace bastante. Los señoritos muestran su virilidad a través del motor. El vez de gritar y demostrar su fuerza torácica, aceleran. En vez de demostrar su fuerza muscular, muestran su auto “espectacular”. En vez de realizar la danza guerrea, ponen música “a todo lo que da”. Y compiten con los otros automovilistas tuneados. Se miden unos con otros y el mejor lugar para medirse es frente al semáforo cuando este se pone en rojo. Allí aceleran en una interminable amenaza de superioridad.
Y como toda danza implica un compañero a quién seducir, las jovencitas miran desde la plaza los autos giran en grupos, midiendo, catando a esos viriles motorizados.

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