Las horas pasan llevándose todo puesto y el Nombre como un eco
adormecido, casi muerto, se diluye en el nunca jamás. Se secaron los recuerdos,
vanos objetos ahora, dormidos en “adioses” y “hasta siempre”.
Ecos, ecos, no suenen, no despierten el temor, el pavor de ese
Nombre fantasmagórico que viene a remover la hojarasca. Dejen que se asiente,
dejen que me duerma junto a la soledad imperiosa que exige, devora y saborea
los pocos sueños que buscan resucitar.
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