Incompleta, desesperada, repugnante, indecisa, maliciosa, obsesiva y manipuladora.
En verdad no me importaba nada más que yo misma, yo y todos mis sentimientos, podía lastimarme, en venganza a mí misma, eran dos fuerzas contrarias que tiraban de sí, la pequeña niña ejemplo y esa demoníaca presencia que lastimaba sin culpas los sentimientos ajenos.
No había mejor cosa que curar mis malos pasares sintiendo el punzante dolor de una punta lacerándome la piel, sentirme fuerte y débil al mismo tiempo, total era yo y mi mundo, yo únicamente, devastándome a mí misma intentando ser la mejor.
Eso, la mejor, ser la mejor siempre fue mi problema, en verdad a nadie le importaba mucho mí situación, era una más, claro que me enorgullecía de mí misma al ser reconocida alabada, pero la misma putrefacción que estaba dentro mío me llevaba a terminar con esa felicidad momentánea, total que importaba de todas formas me estaba matando, secretamente.
Hundía sin recelos el punzante metal allí donde nadie veía para matar a esa persona arrogante, para matarme de una vez, esa sensación de ser yo era lo que me enfermaba, ba!, que digo, lo que me enferma, esa sensación de ser yo, una energúmena persona en un disfraz de ángel divino, de persona perfecta. Perfecta en personalidad, en cuerpo, y mi alma pudriéndose con cada día que pasaba y mi situación de predicadora de los defectos ajenos, de ayudante celestial, y el demonio dentro de mí.
Lastimarme en señal de purificación, de calmante para esa desastrosa personalidad interior y exterior, un alma dual, un cuerpo único, enferma sin señales de estarlo, indefensa de mí misma.
*Algo simple escrito a las apuradas. Me queda poco de vacaciones :(
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