Silencio. Me ahogo en mis silencios
las palabras, fantasmas, hacen eco en
mis noches
imágenes de un infierno nocturno
Palabras náufragas, condenadas
al sepulcro dormido.
Decidí dejar de remar, la bastedad me estaba enloqueciendo, no había
nada, solo agua y las fuerzas se me habían ido, tiré el remo y me acosté en la
balsa, esperando a la muerte, quizás, ya no creía en milagros. Sentí el ardor
de mi piel quemada, la necesidad de agua después de dos días sin lluvia y
deseándola cada vez más y más al ver tanto a mi alrededor, pero el agua era
veneno. El hambre ya había pasado a ser un dolor punzante en mi estómago, pero
el corazón seguía palpitando, el calor y la vida, seguía corriendo por las
venas, no podía dormir, no podía hablar, solo ver ese cielo celeste, inmenso,
sofocante e infinito, como mi agonía.