
Terminamos en
uno de esos recovecos de luces bajas y de objetos añejos restaurados con valor
decorativo, una cerveza fría que buscaba hacer olvidar las penas de la vida y
la música atronadora, que contraproducentemente, no se dejaba escuchar. Un beso
y una caricia vacía buscaba despertar el fuego dormido de un ser que no busca
consuelo barato y letargo nocturno. Un cuerpo que no busca las caricias de un día,
sino la de unos meses, aunque sea una mentira dibujada de película, un consuelo
de ilusión de posibilidades, del mero hecho de posibilidad, de autoengaño de
amor y corazones rotos.